Hacía tiempo que no escribía. Más bien hacía tiempo que lo que escribía no merecía la pena. Hacía tiempo que no me sentía vacía. Hacía tiempo que no sentía ese revuelo de mariposas. Hacía tiempo que no me tumbaba a pensar. Hacía tiempo que no me paraba a analizar mi vida. Hacía tiempo también que no lo veía necesario. Hacía tiempo que no sentía esa contradicción de querer soledad y temer porque no se vaya. Hacía tiempo que no me dedicaba unos minutos para asimilar diferentes situaciones. Hacía tiempo que no me sentía triste o quizá hacía tiempo que creía no estarlo.
Me acusan de interesada. A mí, que tengo para todos cuando no tengo ni para mí. A mí, que invito a sonreír cuando por dentro me llueve. A mí, que doy a torcer mi brazo hasta cuando está roto. A mí, que excavo pasadizos secretos hacia refugios sin pala. A mí, que me sumerjo hasta el fondo para sacar a flote a quien sea cuando mi alma está llena de plomos. A mí, que deseo el bien hasta a quien me hizo conocer lo fatal. A mí, que vivo por los demás hasta cuando tengo ganas de meterme bajo tierra. A mí, que intento que lo que es negro se vea bonito cuando ando a oscuras. A mí. Que no pido nada más que sinceridad y confianza. A mí... ¿Por qué a mí?
No sé si en mis ojos se ve que no tengo malicia o que soy demasiado ingenua quizá. No sé si la sonrisa que pinto en mi cara es una señal para la gente que disfruta arrancándola para pisotearla después.
Hacía tiempo que dudaba de si me merecía lo que tenía, y creo que hace bastante que merezco mucho más.
Vamos a apostar por soñar, a dejar que el mar nos lleve juntos allí dónde pueda amarte. Vamos a empezar a viajar, a sentir la paz que guarda el mundo cuando comienzo a mirarte.
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07 junio, 2016
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