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30 septiembre, 2015

30 de septiembre

Hace poco más de un año a penas sabía quien eras. Hoy haces dieciocho y me duele no poder celebrarlos contigo.
Cuando conoces a una persona que sin a penas esfuerzo te lo da todo, que sin a penas saber de ti conoce tus reacciones, que sin preguntarte qué ha pasado sabe si estás triste o feliz, es entonces cuando vuelves a confiar en que sigue habiendo gente que merece la pena. Es entonces cuando te das cuenta de que de casualidades se pueden conseguir grandes cosas; a ti.
Sí, mi querido E. ... Eres una de esas personas que no cambiaría por nadie, que no quisiera perder por nada. Eres una de esas personas que no quedan, una de esas personas que se convierten en parte de la esencia de uno mismo. Eres una de esas personas que un día aparecen en tu vida y deseas que no se vayan nunca. Eres... ¿cómo decirlo? ¿Necesario? Todo el mundo debería de tener un E. en su vida. Eres todas esas cosas que uno necesita cuando está bien, cuando está mal; cuando no está. Eres risas cuando hay que reír, eres consuelo cuando hay que llorar, eres sonrisas cuando hay que parar. Eres color cuando el día está gris, eres (un) Sol cuando no para de llover, y aquí no hay otra cosa más que lluvia.
En fin, eres alguien tan especial, que ni una canción tan preciosa como la que suena, ni unas palabras como las que estoy escribiendo como regalo de cumpleaños y cumplidora de mi promesa pueden hacerte justicia.
Si es verdad eso que dicen de que 'de tal palo, tal astilla' tengo que agradecer a tus padres ser como son; y que te matricularan en Zubiri. A ti también tengo que agradecerte tantas cosas que no sé ni cómo empezar, y tres minutos no dan para mucho. Así que, mi amor, solo puedo decirte que espero que cumplas muchos años más, muy cerquita de mí, y que disfrutes de tu día, de tus dieciocho, y de toda la gente que tienes a tu al rededor. De toda la gente que te quiere porque es inevitable no hacerlo; porque tú eres inevitable.
Te quiero mucho.